Una publicación de The Colorado Trust
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Farah Karshe, un estudiante de tercer año en Fort Morgan High School, en donde los administradores y maestros buscan promover la integración en una de las comunidades más diversas del estado. Fotografía de Joe Mahoney

Inmigración

Desde Fort Morgan, enseñanzas para la integración

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Fort Morgan, Colorado, una ciudad en las llanuras orientales a 90 millas al nordeste de Denver, ha albergado a inmigrantes y trabajadores migrantes desde que se establecieran ahí sus primeros habitantes a mediados de los años 1800.

Se trajeron a hombres alemanes y rusos para trabajar en los campos de remolacha azucarera en los años 1860. Personas de descendencia mexicana araban la tierra desde antes que la ciudad se incorporara y han formado parte central de la comunidad por más de 150 años.

Pero la llegada, a partir de la última década, de un gran número de inmigrantes del este de África ha presentado desafíos mucho más complejos para la ciudad y, en especial, para su sistema escolar, que previas olas de inmigrantes nuevos.

Los inmigrantes recién llegados, en su mayoría refugiados de Somalia, trajeron consigo costumbres nuevas, un nuevo idioma y una nueva religión, el islam, a Fort Morgan y al distrito escolar de 3,300 estudiantes en Fort Morgan RE-3.

Uno pensaría que esta comunidad ubicada en el corazón de una región que favorece a Trump, y en la era posterior al 9 de septiembre de 2001, actuaría con sospecha frente a esta nueva ola de recién llegados. Sin embargo, las reacciones, en su mayoría, han sido abiertas y acogedoras, según dicen los defensores de la inmigración, los educadores, un investigador externo y hasta los mismos recién llegados.

Esto no significa que todo haya sido fácil. Las escuelas siguen luchando por apoyar a 750 estudiantes que hablan una docena de idiomas diferentes. Y mientras la comunidad en general ha recibido abiertamente a los recién llegados, todavía falta una conexión interpersonal entre estos y los residentes que han vivido aquí por mucho tiempo.

“Hay algunas personas que ‘cruzan la frontera’ y hacen cosas con nosotros como ir al gimnasio o salir a almorzar”, dijo Farah Karshe, de 19 años, un joven somalí que está cursando el tercer año en Fort Morgan High School. “Otros no respetan el hecho de que soy negro, musulmán y somalí. Realmente no entiendo eso”.

Karshe, sus padres y cinco hermanos llegaron a vivir a Fort Morgan hace una década, un año después de haber inmigrado de Somalia a Denver. La mudanza ocurrió después de que sus padres consiguieran trabajo en la planta Cargill para empacar carne.

Karshe se sintió contento de irse de Denver. Como un niño recién llegado de siete años, dijo que se enojaba con la gente que trataba de hacerse su amiga y estaba enfurecido por haberse tenido que ir de Somalia.

En Fort Morgan, Karshe se acostumbró a una rutina más tranquila. Luego, después de ocho años, su familia se mudó a Kenya por un par de años para estar más cerca de sus parientes. El año pasado, decidieron regresar a Fort Morgan.

Aunque está contento de haber regresado a la ciudad que considera su hogar, Karshe dijo que ha notado una sensación más abiertamente hostil en los pasillos y la cafetería de la escuela desde que se eligiera a Donald Trump como presidente.

“El ambiente ha cambiado totalmente; hay mucho más racismo evidente”, dijo. “Los administradores de la escuela intervienen cuando ven algo, pero no ven todo”.

Los desafíos del ambiente político actual probablemente afectarían negativamente más a los estudiantes inmigrantes como Karshe si no fuera por los esfuerzos concertados del Distrito Escolar RE-3 del Condado de Morgan para acoger a los recién llegados e integrarlos gradualmente a la nueva cultura en la que se encuentran abruptamente. Estos esfuerzos incluyen un centro en las escuelas que sirve como un puerto de abrigo para los inmigrantes más recientes, y servicios de interpretación al somalí para ayudar a los estudiantes nuevos a comunicarse y entender lo que se dice a su alrededor. Las personas que trabajan en defensa de los inmigrantes atribuyen la exitosa integración de los inmigrantes y refugiados del este de África a los líderes del distrito escolar.

“La ciudad, en muy poco tiempo, se ha convertido en una de las comunidades más diversas en el estado, y ese tipo de cambios ponen presión en las comunidades que a veces pueden tomar el camino equivocado”, dijo Eric Ishiwata, un profesor de estudios étnicos en la Universidad Estatal de Colorado (CSU, por sus siglas en inglés) en Fort Collins. Ishiwata trabajó estrechamente con las escuelas y organizaciones no lucrativas en Fort Morgan, y enlistó la ayuda de sus estudiantes en CSU, durante los últimos cinco años para ayudar a integrar a las poblaciones inmigrantes en el tejido de la comunidad.

“En casi todo, Fort Morgan ha sido un ejemplo de cómo las comunidades rurales pueden responder a esos cambios de manera responsable y compasiva; gran parte de los esfuerzos y el liderazgo comunitario ha ocurrido en las escuelas públicas”, Ishiwata dijo. “Tenemos mucho que agradecerles a las personas que son el contacto inicial para los inmigrantes recién llegados y sus estudiantes; estos educadores están tratando de guiar a la comunidad hacia un nuevo entendimiento de lo normal en donde todos tienen la oportunidad de estar seguros y alcanzar resultados sanos”.

La creciente diversidad de Fort Morgan también enriquece las vidas de los residentes que han estado aquí por mucho tiempo.

“Veo reunirse a adolescentes con todo tipo de experiencias”, dijo Rena Frasco, directora de planes de estudios e instrucción en el distrito escolar de Fort Morgan. “Mis propios hijos se han beneficiado con este tipo de población diversa en sus clases y cursos extracurriculares. Realmente ven más allá del color de la piel de una persona, de su idioma, y aprenden que todo conlleva diferentes dones”.

La población de la ciudad en general consiste mayormente en personas con ingresos moderados, Frasco dijo. Saber lo que han pasado algunos de los inmigrantes y refugiados para llegar a Fort Morgan “ayuda a los adolescentes locales a reconocer lo mucho que tenemos”.

Haley Lewis, un estudiante de 18 años cursando su último año de high school, ha estudiado en escuelas de Fort Morgan desde kindergarten. Ella dijo que la creciente diversidad en su escuela a lo largo del tiempo le ha permitido vivir una experiencia educativa enriquecedora.

“Es interesante hojear anuarios antiguos y ver cómo hemos pasado de ser casi todos estudiantes blancos a casi formar parte de la minoría”, Lewis dijo. “Siento que he aprendido tanto de estos estudiantes recién llegados, y la comunidad se ha beneficiado al destruir estereotipos que quizás teníamos”.

Algunos estudiantes africanos, Lewis dijo, llegan sabiendo hablar múltiples idiomas y con experiencias de vida muy variadas. “Ofrecen una perspectiva tan diferente”, agregó. “Aunque quizás pensemos de cierta manera sobre algo, hay tantas manera de ver las cosas”.

Lewis también trabaja con personas recién llegadas a través de su iglesia, Life Fellowship, la cual ofrece un lugar seguro para que se reúnan y aprendan sobre las elementos básicos de la cultura estadounidense.

Sus experiencias con diferentes culturas en su ciudad natal ha despertado en Lewis el deseo de viajar. Planea asistir a la Universidad de Nebraska en Kearney este otoño y convertirse en radióloga. Pero también espera tener tiempo suficiente para viajar por el mundo.

“Las historias que escuchamos de otras culturas son extraordinarias; sería increíble ver algunas de ellas directamente”, Lewis dijo. “Y aunque tenemos muchas culturas aquí, todavía hay muchas que no tenemos y me gustaría aprender sobre ellas también”.

La última ola de inmigrantes empezó a llegar a Fort Morgan a principios de 2007, poco después de una redada masiva a manos de oficiales federales de inmigración en una planta empacadora de carne en Greeley, 55 millas al oeste. Se arrestaron a más de 273 trabajadores, muchos de ellos indocumentados, durante la redada del 12 de diciembre de 2006.

La redada y sus consecuencias devastadoras, con más de 200 niños en Greeley regresando a casa para encontrar que sus dos padres ya no estaban, llenó de terror a la comunidad inmigrante en Greeley. Muchas personas se escondieron durante semanas. Otras decidieron que el ambiente era demasiado hostil para arriesgarse y quedarse en la ciudad.

Algunos integrantes de este último grupo se encaminaron al este en la Ruta 34 hacia Fort Morgan, en donde la planta empacadora de Cargill se había salvado de las redadas nacionales migratorias que afectaron a Greeley.

Algunas de las personas que se fueron a Fort Morgan eran latinas; muchas eran africanas. Aunque muchos africanos tenían un estatus migratorio legal como refugiados, y por lo tanto no los podían deportar, Fort Morgan parecía un lugar potencialmente más acogedor para restablecerse.

Greg Wagers era el superintendente de las escuelas de Fort Morgan cuando empezaron a llegar los inmigrantes del este de África. Muchos en Fort Morgan atribuyen su método calmado y pragmático hacia el desafío al relativo éxito del progreso de integración. Wagers prefiere distribuir el crédito a lo largo y ancho de la comunidad.

“Incluimos tantos aspectos de la comunidad como pudimos”, Wagers dijo. “Instituciones educativas, instituciones gubernamentales, organizaciones no lucrativas, iglesias, negocios, el departamento de policía, de servicios humanos. Alguien tiene que involucrar a todas estas diferentes organizaciones y coordinar sus esfuerzos”.

En Fort Morgan, Wagers dijo, ese papel de coordinación se compartió entre el distrito escolar, el departamento de policía y un grupo de promoción comunitaria con 13 años de existencia: OneMorgan County.

La misión de OneMorgan County es fomentar las relaciones “entre personas y organizaciones diversas para fortalecer la naturaleza inclusiva de nuestra comunidad”. El personal también ayuda a los recién llegados a hacerse camino por instituciones bizantinas como el sistema de cuidados de salud de EE. UU., dijo Susana Guardado, directora ejecutiva.

Entre los servicios que OneMorgan County ha ofrecido figuran encontrar un intérprete somalí para reunirse con una familia preocupada en la sala de emergencias o ayudar a un recién llegado para solicitar y obtener acceso a Medicaid. (La organización es una reciente beneficiaria de The Colorado Trust.)

Un grupo de integrantes de la comunidad llamado Culturas de Fort Morgan Unidas para el Progreso (Fort Morgan Cultures United for Progress), que incluye tanto a residentes de muchos años como a inmigrantes latinos y del este y oeste de África, también se reúne con regularidad para promover objetivos de integración cultural y equidad. El grupo recibe el apoyo de la estrategia de Colaboraciones comunitarias de The Trust.

Guardado es ella misma una inmigrante. Llegó a Fort Morgan desde Zacatecas, México, a los cinco años, cuando su padre se llevó a la familia ahí para trabajar en la planta de Cargill.

“Hice de intérprete para mis padres desde que era pequeña”, Guardado dijo. “El ambiente era diferente. Yo diría que había mucha tolerancia [de los inmigrantes] en ese entonces, pero ahora estamos avanzando hacia la aceptación”.

Pero la intersección más importante entre los sistemas estadounidenses y las personas recién llegadas ha sido en las escuelas. Cuando los inmigrantes africanos empezaron a llegar, los funcionarios del distrito escolar se dieron cuenta de que hasta los niños mayores, y sus padres, no habían cursado estudios formales, lo cual quería decir que no sabían leer, escribir o resolver problemas básicos de aritmética.

Las conexiones entre la educación, la salud y la esperanza de vida están documentadas en un sinfín de estudios de investigación, así que cerrar las brechas educativas entre los recién llegados y las personas oriundas disminuiría las inequidades más allá de los títulos académicos. Ayudaría a asegurar una población inmigrante más sana y más robusta en Fort Morgan, lo que a su vez ayuda a facilitar una integración con menos contratiempos a la comunidad en general.

La reacción inicial del distrito fue abrir un “centro secundario (en escuelas medias y high schools) para los recién llegados” con el objetivo de organizar a estos nuevos estudiantes, empezar a ofrecerles los elementos básicos de una educación formal y ayudarlos a orientarse en su nuevo hogar. Sin embargo, con el paso del tiempo, el distrito concluyó que el centro para los estudiantes recién llegados los aislaba, y por lo tanto no los beneficiaba. Ahora los estudiantes pasan menos tiempo en esa fase de transición que durante esas primeras épocas, y se incorporan a clases tradicionales tan rápido como parezca práctico según sea el caso.

“Fue una buena solución inicial, pero no era lo mejor para los estudiantes”, Frasco dijo. “Lo mejor es incluirlos en la población estudiantil general, ofrecerles apoyos escalonados y exponerlos al (inglés) tanto como sea posible”.

El distrito cuenta con un intérprete al somalí de tiempo completo que trabaja en la high school y otro que trabaja en la escuela media. Ambos son de gran beneficio para los estudiantes somalíes, al igual que para el personal de las escuelas, dijo Taylor Jordan, quien enseña inglés como segundo idioma.

Burale Mohamed, el intérprete en la high school, también desempeña el papel de facilitador para familias con padres somalíes.

“Cuando tenemos conferencias entre padres y maestros, él se comunica con los padres para asegurar que vengan, porque asumimos que los estudiantes no lo harán”, Jordan dijo. Como resultado, la asistencia a las conferencias ha sido buena entre las familias somalíes inmigrantes.

Un papel aún más importante que Mohamed desempeña es como mediador de conflictos que surgen conforme algunos estudiantes empiezan a asimilarse. Recientemente, Jordan dijo, hubo un evento en donde una compañera estaba intimidando a una niña somalí porque esta había empezado a hacerse amiga de estudiantes que no eran somalíes. La estudiante agresora dijo que la niña perdería su conexión con la cultura somalí si no se socializaba exclusivamente con otros estudiantes somalíes.

“Obviamente, eso es lo que queremos, que estos estudiantes se hagan amigos con todo tipo de otros estudiantes”, Jordan dijo. Con la ayuda de Mohamed, quien ha vivido en Fort Morgan por tres años, “tuvimos que explicarle eso a [la estudiante agresora] y decirle que hacerse amiga de estudiantes de otras culturas no significa que pierdes la tuya. Fue una buena conversación que necesita ocurrir más seguido”.

El mayor desafío con los intérpretes es que se queden, ya que el distrito puede ofrecerles solo un salario bajo: cerca de $10 por hora en promedio.

“La planta de Cargill paga el doble para empezar, y muchas de esas personas están mandando dinero a sus parientes [en su país de origen] y por supuesto van a sentir tentación por un salario más alto, aunque prefieran trabajar en una escuela”, Jordan dijo.

Las escuelas de Fort Morgan han creado planes individuales de desarrollo del lenguaje para cada estudiante cuya lengua materna no sea inglés. La manera como estos planes se implementan depende del nivel de grado, dijo Nancy Hopper, directora de desarrollo del idioma inglés en el distrito escolar. Para asegurar que los estudiantes que hablan inglés como primer idioma reciban una buena enseñanza en salones donde varios estudiantes están aprendiendo un nuevo idioma, “la instrucción en el salón avanza al ritmo de los estudiantes que hablan inglés”, Hopper dijo.

Los cambios han resultado en que los maestros reciban un nuevo tipo de capacitación profesional, enfocada en “ayudarles a entender quiénes son estos niños”, Frasco dijo. Porque muchos de los estudiantes africanos salieron de su país escapando situaciones de violencia, y luego pasaron bastante tiempo en campos para refugiados bajo condiciones difíciles, muchos sufrieron traumas que pueden bloquear su habilidad de enfocarse en los estudios. Parte de la capacitación profesional se ha enfocado en trabajar con niños que han sufrido traumas severos.

Esto no es algo nuevo en las escuelas de Fort Morgan, en donde, “como un distrito de pobreza”, bastantes niños nacidos aquí han sufrido trauma en sus vidas, Hopper dijo. Es solo que la magnitud del trauma podría ser más profunda en algunos de los estudiantes recién llegados.

“Tenemos consejeros en cada edificio, al igual que tres psicólogos escolares para abordar los desafíos del trauma”, Hopper explicó. “¿Hemos llegado a donde queremos llegar con este esfuerzo? No, pero estamos trabajando diligentemente para cubrir las necesidades de todos nuestros estudiantes”.

Alentar a los estudiantes para que compartan sus historias en público también los ayuda a procesar sus experiencias, y ayuda a la comunidad en general a apreciar la increíble variedad de situaciones que estos adolescentes han vivido. El sitio web del distrito escolar incluye una sección llamada “FM Speaks” (FM habla) en donde los estudiantes con todo tipo de experiencias de vida pueden contar sus historias públicamente.

Una historia en el sitio web describe una contrastante diferencia entre la manera como las escuelas de Fort Morgan tratan a los estudiantes de otros países en comparación con escuelas rurales en otras partes de EE. UU. La escribe una niña somalí cuyo nombre no se menciona:

“Cuando llegué a vivir a Estados Unidos, la primera escuela a la que fui en 7º grado estaba en Tennessee. Yo era joven y el primer día que fui a la escuela, me sentía avergonzada y no sabía hablar inglés y no tenía ningún amigo con quien platicar. El problema era que solo sabía hablar un idioma, somalí, pero no nos dejaban hablar otros idiomas; teníamos que hablar inglés. Si los estudiantes te oían hablar otro idioma, le decían a la maestra y nos metíamos en problemas; teníamos que usar cinco minutos del periodo para jugar y no te dejaban jugar si hablabas tu idioma. Fort Morgan High School es diferente porque nos dejan hablar nuestros idiomas, pero también estamos aprendiendo inglés. Es importante para mí continuar hablando y aprendiendo mi idioma porque así es como hablo con mi mamá y mi familia”.

Ese tipo de respeto y entendimiento viene de ambas partes, dijo Wagers, el exsuperintendente. Recuerda que, cuando los inmigrantes del este de África empezaron a llegar en cantidades significativas, los somalíes mayores se preocuparon porque se servía puerco en los almuerzos escolares.

“Las personas mayores querían que reguláramos lo que los estudiantes [musulmanes] elegían para comer en la escuela”, Wagers dijo. “Les dijimos que no podíamos hacer eso, pero que podíamos identificar claramente los productos con puerco”. La solución: poner un palito de paleta con un dibujo de un cerdo frente a cada alimento que contenía puerco.

“Entonces dependía de ellos si querían comerlo o no”, Wagers dijo. “Queríamos comunicarnos claramente sin desempeñar el papel regulador para las familias”. Wagers dijo que la solución dejó satisfechos tanto a los funcionarios escolares como a las personas mayores de la comunidad somalí.

Un desafío mayor fue resolver que los estudiantes pudieran rezar en la escuela. Un problema contencioso por años en el sistema educativo estadounidense, rezar en la escuela se convirtió en un tema aún más complejo cuando las familias musulmanas del este de África solicitaron que a sus hijos les permitieran rezar varias veces al día.

“La respuesta de la comunidad fue, francamente, un poco inquietante porque algunas personas pensaron que quizás les estábamos dando un trato preferencial a los estudiantes musulmanes”, Wagers dijo.

Después de verificar las normas del distrito y consultar con sus abogados, el distrito escolar creó un espacio para que los estudiantes de cualquier religión usaran para rezar durante su tiempo libre.

“Fue un cambio discreto, sin gran pompa; dependió de los estudiantes, como el elegir la comida. No lo regulamos para nada”, Wagers dijo. “Me parece que funcionó bastante bien. El límite que impusimos es que no podía interferir con la enseñanza en el salón”. La mayoría de las personas quedaron satisfechas con esa solución, Wagers agregó.

Conforme los estudiantes inmigrantes atraviesan exitosamente el sistema de la educación pública, el siguiente paso es conectarlos con la educación superior. Curt Freed, el nuevo presidente de Morgan Community College, tiene planes ambiciosos para hacerlo.

Un elemento clave del plan de Freed es contratar a estudiantes embajadores que hablen somalí y español para persuadir a más estudiantes inmigrantes de que aprovechen las oportunidades de inscripción simultánea. La inscripción simultánea permite que los estudiantes de high school obtengan créditos universitarios financiados por dinero destinado a la educación pública en lugar de ellos pagar directamente de su bolsillo.

“Hemos visto circunstancias lamentables en las que hasta a [estudiantes inmigrantes] superestrellas, por alguna razón, no los alentaron a aprovechar la inscripción simultánea”, Freed dijo. “Queremos que Morgan Community College sea un centro cultural para la comunidad, y aumentar la participación de la diversa comunidad en nuestra área”.

Farah Karshe tiene toda la intención de aprovechar esa y cualquier otra oportunidad que se le presente.

Dijo que quiere convertirse en policía porque no hay suficientes, especialmente en áreas rurales, que entiendan y respeten las diferencias culturales. Karshe piensa tomar cursos de justicia criminal en el community college por dos años y luego transferirse a CSU.

“Quiero ser una persona de ley que la aplique equitativamente”, explicó. “Lo único que necesito son los estudios para hacerlo realidad”.

 

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